A.U. Raditz llegó a la Tierra con la firme convicción de encontrar a su hermano menor y llevarlo consigo. pero el destino le tenía preparado una sorpresa agridulce, poniendo en su camino la presencia de esa mujer, tan efímera como el frescor del campo, como esa extraña calidez en su pecho, como esas ganas de vivir siempre a lado de ella.