Sasuke Uchiha era sinónimo de control. Gustaba de mandar y regir en cada momento, en cada lugar y a cada persona. Sobre todo en la intimidad del placer.
Adoraba el control que, como jefe de su propia empresa, tenía. Adoraba el control que el dinero le daba por encima de las personas que pensaban ganarlo. Adoraba el control que el poder podía ofrecerte.
Pero no había nada en el mundo que le gustara más que el poder que la dominación era capaz de darle.
Tenía gustos exclusivos y diferentes. Mal vistos, aún después de tantas décadas desde que el término Dominación y Sumisión hicieron acto de presencia en la humanidad. Gustaba de decir cuando no y cuando sí, de causar dolor y placer en porciones estratosféricas, de castigar. De ser obedecido. Él, con todo el descaro del mundo, se mofaba de las personas que veían a su estilo de vida como algo masoquista o, lo que era peor, algo sádico. Si bien esos factores sí intervenían, no lo eran todo, como tanto se empeñaban en decir quienes no lo conocen.
El poder y control regían su mundo. Él regía el mundo con poder y control.
Pero todo en la vida cansa y aburre, o al menos eso se dijo al espejo, al despertar bañado en sudor y con una erección más allá de lo duramente debido, después de haber soñado con una sesión de sexo rudo como a él tanto le gustaban; hasta ahí todo estaba bien. Lo que no entendía era por qué no eran sus manos quienes sujetaban el látigo, por qué era su culo el que tenía algo y por qué era él el castigado.
«-Si quieres, Sasuke -la maldita sonrisa maliciosa no escapaba de sus labios- puedo prestarte a... mi señor.»
NaruSasu
Advertencia: BDSM explícito.
Han pasado cerca de 7 años después de que ambos miembros de la realeza se vieran por última vez debido a sus deberes reales y prometieron volver a encontrarse, pero.... ¿Será como lo habían planeado?