Me llevé una sorpresa al abrir la puerta: no había nadie en el porche, pero la llamada había sido tan real que no llegaba a comprenderlo. ¿Acaso era un chiste? No me hacía la menor gracia. Dejé el pincel teñido de azul que sostenía en mi mano en el bolsillo de mi delantal y abrí más la puerta para asegurarme. A través del espacio que dejaba la abertura oteé el paisaje: el cielo estaba cubierto por unas nubes grandes y de aspecto amenazador; la calle del vecindario estaba tranquila, más de lo normal, y reluciente, al igual que las hojas de los árboles que la rodeaban, a causa de la última lluvia. Bajé la vista. En ese momento me dí cuenta de que estaba equivocada: sí había algo en el porche.All Rights Reserved
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