¿Qué es el invierno sino la estación de la introspección, de la búsqueda de uno mismo, de la confrontación con la realidad?
Nos invita a mirar hacia adentro, a reconocer nuestras sombras, nuestras heridas, nuestras cicatrices. Nos despoja de las ilusiones, de las falsas apariencias, de los adornos superficiales. Nos muestra la verdad, aunque duela, aunque nos cueste aceptarla.
Hay que saber captar su esencia, no solo como una época del año, sino como una experiencia vital, una forma de ver el mundo, una actitud ante la vida.
El invierno se convierte en el símbolo de la tristeza, de la soledad, de la desilusión, pero también de la esperanza, de la fe, de la resiliencia.
Estos poemas son el testimonio de un joven que ha vivido muchos inviernos, que ha sufrido y llorado, que ha amado y perdido, que ha luchado y resistido. Un joven que ha cumplido inviernos, pero que no ha perdido la capacidad de asombrarse, de cuestionarse, de soñar.
Es mi invitación a compartir nuestros sentimientos, pensamientos y reflexiones.
Acompañame en este viaje hacia mi norte. Mi Invernalia.
El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y pauta como se le ha indicado. Un pueblo donde no se recibe con mucha gracia a los recién llegados así que cuando Los Steins se mudan a su lado, Leigh no puede evitar sentir curiosidad.
Los Steins son adinerados, misteriosos y muy elegantes. Lucen como el retrato perfecto de una familia, pero ¿Lo son? ¿Qué se esconde detrás de tanta perfección? Y cuando la muerte comienza a merodear el pueblo, todos no pueden evitar preguntarse si tiene algo que ver con los nuevos miembros de la comunidad.
Leigh es la única que puede indagar para descubrir la verdad, ella es la única que puede acercarse al hijo mayor de la familia, el infame, arrogante, y frío Heist.