Para mí, volver a casa de Hogwarts siempre había significado mirar televisón, mensajearme con mis amigos por hexapp, salir de vez en cuando y ayudar un poco en casa.
Pero, ahora, por alguna razón que nunca entenderé, estoy en casa de tía Bethany, lavando platos a lo muggle y rodeado de desconocidos. ¡Hurra! ¿Quién más quiere lavar platos, cortar el cesped, cocinar y lidiar con los vecinos mientras la buena tía Beth se relaja y pide más jugo? ¿Escucho algún yo? Sí, veo que tampoco nadie más está muy ansioso.
Pero de cualquier forma, la chica muggleborn francesa de al lado, la que se acaba de mudar al país y estará atendiendo a Hogwarts por los próximos tres años, por lo menos sabe dar conversación. Es lo único que agradezco, eso y los brownies con chispas de chocolate y almendras que siempre trae consigo cada vez que sale. Cuatro palabras: soy adicto al chocolate.
De cualquier forma, estoy ansioso porque este verano se termine, sino fuera porque mamá y papá se fueron de viaje de negocios y luego se van de vacaciones y no quieren otra fiesta-arruina-casas como la del año pasado, ahora mismo estaría haciendo algo productivo como planear la próxima fiesta-arruina-casas, o jugar algún videojuego, o molestar a Milli (la vecina de ocho años con la que estoy peleado a muerte desde que ella tenía cuatro años y me tiró todos sus juguetes por la cabeza y luego cortó mi pelo mientras la cuidaba, mi pelo volvió a crecer pero el sacrilegio de que lo cortara revive el rencor), o quién sabe.
Ah, y un concejo, si ven un conejo azul y están seguros de que no ingirieron nada de dudosa procedencia no se queden mirándolo, porque al parecer es de mala educación. No pregunten, yo tampoco entiendo.