Al enfrentarse al magnetismo de sus deseos, se acercaron llenos de esperanza y sutileza. En cuestión de instantes, la avidez creció antes de inundar el delta oscuro donde confluían sus piernas. Luego de intercambiar sabores y aromas, emprendieron la reivindicación de la portentosa magia que desplegaban juntos. Avanzaron por los contornos de un atrevimiento sui generis, concebido como vehículo para doblegar la aparición de las ausencias. Lejos de toda bruma, le dieron sustento a una intimidad que rebasaba tabúes y anacrónicas vergüenzas. En ese espejo cuyos visos los eternizaban con su vitalidad, alcanzaron a descubrir que se amaban sin disfraces. Sobre un lienzo de intensas pinceladas, difuminaron las penumbras a medida que sus movimientos cobraban la consistencia precisa que los llevó a conquistar una redención interna y externa. Antes de rozar la cúspide del placer, ahogaron los alaridos subsecuentes en un intento por alargar la explosión venidera. Ambos se proponían contener el pulso genital que acostumbra ganarle a la muerte y en esa tregua, la totalidad de sus páramos que estaban en sequía se humedecieron y de sus escombros restituídos resurgieron campos de fertilidad. En ese viaje de rutas siempre inéditas, pudieron sentirse más acompañados que si estuvieran en medio de afables multitudes. Fueron los vértices de un fervor multiplicado quienes diluyeron la supuesta maldición de volverse quimeras. Dentro de sus vientres estaba contenida su propia posteridad. Embebidos en los paisajes de la desnudez, avistaron las delicias que se quedarían grabadas en el centro de sus retinas hasta que ya no pensaron en nada ni en nadie. De tal modo, la soledad que antes los rondaba quedó abatida y sin ánimos de volver a incomodarlos.All Rights Reserved