Examine el archivador que el comisario Rodríguez había colocado frente a mí.
No era más que una carpeta nueva, contenía fotos... fotos de Ailen y Rosario, mis amigas. Yo... yo estaba en la casa cuando asesino a Ailen... no sé porque, ni a qué hora exactamente.
Solo sé que cuando me levante a tomar un vaso de agua; mientras recorría el pasillo que llevaba a la cocina, el cual no era muy similar a los otros, este era largo pero estrecho, en la casa habitaba un silencio embriagador, solo se oían mis pasos y por supuesto, como no, el espantoso quejido de la madera, cuando mis pies descalzos, llegaban a ese piso que parecía cubrir toda la lúgubre estancia, también si se afinaba el oído cualquier ser humano podía apreciar el leve murmullo de un televisor encendido, en la sala de estar; en lo personal, siempre me gustó el silencio toda mi vida fui una persona callada y tímida, sabía, que el hermoso sigilo en el cual se encontraba la estancia no duraría mucho, y ahí... mientras admiraba el silencio... lo oí, un aullido desgarrador el cual podría haber ahuyentado a miles de animales
El grito pertenecía a mi amiga, era de Ailen. No me di cuenta de eso hasta que llegue al living, donde yacía el cuerpo su cuerpo inerte. Y sobre él estaba Rosario, con los dedos llenos de sangre riéndose a carcajadas tenía un aspecto salvaje sus ojos marrones desbordaban locura.
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Recuerda que es delito robar, le dijo Gale a Katniss, y eso mismo te digo yo a vos...
"Siempre habrán ángeles en el infierno y tentaciones en el paraíso."
Polos opuestos, llamados por el destino.
Zehra una mujer con cara angelical, aura de diosa, cuerpo de infarto que irradia elegancia y clase por donde quiera que vaya.
La vida de Zehra no era para nada diferente a las demás, no hasta que lo conoció a él. A un hombre sombrío, sin escrúpulos, arrogante, y narcisista. Su vida dio un giro de 360 grados, cuando después de una larga y temerosa noche se despertó en un lugar completamente desconocido para ella.
Entonces la acción inició. Su vida ya no era aburrida, porque el peligro, los problemas, y los deseos explícitos yacían parte de ella. Aquel hombre la sedujo, el se hizo adicto a ella, la hizo su sumisa, su mujer, y la reina de su gran imperio.