Que me aceptaran en la universidad de Michigan fue una de las mejores noticias de mi vida. Que me concedieran una suculenta y muy generosa beca académica, gracias a mis matrículas de honor, fue una señal de que era la indicada para mí. Que impartiera los mejores programas en música y periodismo, a nivel de las universidades top del país, me lo pondría muy difícil a la hora de decantarme por uno de ellos. Que tuviera uno de los mejores campus, según UNIleeks y sus decenas de reseñas positivas, era un plus para interesarme por ella. Además, estaba de casa a: cuatro horas en coche, cinco en autobús, dos y media en tren, y hora y poco en avión. Todo jugaba a favor para que mi formación continuara en Michigan. Entonces, ¿por qué entre las más de ocho mil universidades, colegios mayores y facultades que había en el país, él tenía que estudiar en la misma?
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