Era un día normal, como siempre, aburrido, por azares del destino fui a casa de mi abuela donde me entrego un gran libro: El libro de Doragon. Era solo un libro, común a la vista, sus misterios lo adornaban y muy antiguo parecía. Un polvillo lo cubría, con un soplido las hice volar, con mis manos toque las páginas, eran rugosas y conservaban el aroma a tinta. Pasé las páginas y leí entre párrafos, nada llamaba mi atención. Hablaba sobre un mundo fantasioso, uno con el cual solo los humanos soñarían, con seres místicos e inolvidables tales como brujas y centauros, aunque no todo era bueno, también se encontraban los Satos. Mi abuela me lo había advertido, no debía leer la ultima pagina, más no quise tomarla en cuenta, como creer que con solo leer algo me pasaría esto. Era testarudo, como mi padre y mi abuelo quienes también habían desobedecido. Así fue como desperté en otra tierra, otro mundo. Rodeado de seres extraños, con orejas diferentes a las mías, y alas o cuernos. Ese fue el comienzo de mi travesía en un mundo totalmente diferente. Deséame suerte, porque, después de todo ¿quiénes son los malos aquí?
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