'' Realmente no me importa quién o qué eres ''. -le gritó Miles mientras recorría el consultorio hacia Sigmund en su pedestal-. ¡Si pudiera detener ese orificio de alabastro! -Para decir la verdad -dijo Sigmund, con el tono suavemente desesperado-, vendería lo que queda de mi hipotecada por un puñado de puro cigarro. -¡Queda mi cigarro! No seas ridículo ¡Las estatuas no pueden fumar!- -Durante cuarenta años en las salas puras de Limbo, esta lengua adicta se ha secado para la dama Nicotina- Imploró Sigmund. -Si el hinchar no es posible, masticaré la bendita hierba- -¡Cuarenta años!- Seducido a la simpatía por un compañero adicto, Miles suavizó su tono. --¿Qué clase de lugar trata a las almas así?- Sigmund alzó la vista hacia el cielo, bajó la voz y confesó: "El limbo de Yon está inundado de vírgenes de nariz aplastadas que guardan celosamente sus pasajes bronquiales".