Cayó un trueno y me dijo, ese día nublado, en el que los niños afortunados no saldrían a jugar por orden de sus padres, que morir era mi arma más letal. Que no lo decía para que use mi muerte como un arma letal, sino que la entienda como mi mayor oportunidad para crecer. Y fue al siguiente día nublado cuando ella murió. ¿Qué puedo decir de ahora en más a acerca de una hermosa chica muerta? ¿Qué puedo escribir sobre su sombra, su cadáver, su alma que ya no está en el cuerpo? Si este libro no quiere ser solo de recuerdos.