Un Boeing 777 aterriza en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York proveniente de Berlín, y cuando se dirige a la puerta para que los pasajeros empiecen a desembarcar, de repente se oscurece. La torre de control pierde contacto con el piloto y toda la actividad eléctrica del aparato se corta. No se escuchan móviles, ni BlackBerries, ni la radio, nada. Las cortinas de las ventanillas están bajadas y no se ve a nadie dentro. Se reúne un equipo de emergencias y todos observan al avión silencioso ahora bañado por las luces del aeropuerto, en completo silencio. Parece una gigantesca lápida blanca que brilla contra el oscuro cielo de la noche.