Tú siempre fuiste mi fusa para correr, mi negra para calmar y mi silencio para callar. El fuerte de mis días con el allegretto en las poesías, y el piano de mis noches con el adagio de las canciones. La blanca era la luna, que te alumbrava mientras dormías y en cada amanecer soñaba con el ritardando de nuestra melodía.
Por cada compás que toco, el tempo se va alargando y en la partitura ya no veo notas, sino tu ojos azulados. Porque ni toda la armonía junta, se compara con el amor que siento cuando estoy a tu lado.
Adentraté en una historia de amor, desamor, música, notas, escalas que suben y bajan, prejuicios, inseguridades y mucho más.
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Publicada:
20/06/18
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