A las 3:00 a.m. no hay máscaras, no hay ruido exterior, sólo una conversación interminable con uno mismo.
En ese espacio sin testigos, nacen los miedos, las preguntas sin respuesta, las fantasías que nunca se cumplieron, las culpas que no se extinguen.
Este libro no es un conjunto de poemas, ni un diario, ni una crónica.
Lo escribí entre lágrimas, insomnios y ganas de desaparecer.
A veces queriendo salvarme. A veces sólo para no romperme del todo.
Cada página es un susurro, un grito ahogado, una cicatriz narrada con la delicadeza de quien aún tiembla.
"La reunión de las 3:00 a.m." no busca respuestas.
Pero acompaña.
Y en la compañía, a veces, algo sana.