Delante de la cámara, de la pantalla, y cualquiera que no estuviera ciego, se podía notar aquel brillo en los ojos de Hannibal al ver a Will, al agente deseando escapar con el que una vez fue su psiquiatra para ser sólo ellos junto a Abigail. Esa química tan palpable entre los personajes no era ni más ni menos que el reflejo de la relación que sostenían ambos, esa de la que nadie estaba enterado, esa que solo tenía vida tras el telón de mentiras que todo amante debía mantener.