Anahi o Any Puente es la segunda de las cinco hijas de los señores Puente, y la preferida por su padre por su inteligencia y vivacidad, cualidades que la convertían en la menos querida para su madre.
Llega a la región Christopher Uckermann, joven soltero y adinerado sobre quien de inmediato ponen la mirada todas las señoras del lugar, en especial la señora Puente, cuyo único propósito en la vida era casar bien a sus cinco hijas antes de que el primo de su esposo, el Sr. Jorge, tomara posesión de Longbourn y su fortuna a la muerte del mismo.
En un baile tienen la oportunidad de conocer a Uckermann, quien había asistido en compañía de sus dos hermanas, su cuñado y un amigo suyo, Alfonso Herrera.
Uckermann de inmediato demostró su carácter jovial y buenos modales, bailó con Dulce, hermana mayor de Any, muchacha hermosa, sensible y de buen corazón, por quien sintió inmediata atracción. Alfonso, por el contrario, al poco rato desencantó a todos los presentes con su carácter orgulloso y altivo, a pesar de ser hombre mucho más rico que el primero y más atractivo. No quiso participar de la fiesta, y cuando Uckermann le ofreció bailar con Anahi, sentada a poca distancia de él, éste la despreció por no ser lo suficientemente bonita para tenerlo. A Any, aunque aquello no le dolió por lo fuerte de su carácter, sí le ayudó a formarse una primera imagen desagradable del hombre.
Así transcurre la historia en la que Jane Austen, en un sentido ligero y divertido, describe la historia de cómo los dos jóvenes llegan a conocerse bien en diferentes encuentros, en los que para aceptarse, debe Herrera superar su orgullo y altivez, y Anahi cambiar el prejuicio que se había hecho de él.
Una buena historia, romántica y divertida.
Hace tres años, la vida de Alfonso Herrera se rompió en mil pedazos. La muerte de su esposa lo dejó solo, enfrentando la paternidad con el corazón hecho trizas y un hijo al que siente más lejano cada día. Daniel, su pequeño, ya no ríe como antes y Alfonso no sabe cómo alcanzarlo.
Pero cuando una figura inesperada entra en sus vidas, la posibilidad de reconstruir lo perdido, y tal vez redescubrirse a sí mismo, comienza a asomar entre las sombras del duelo. A veces, la esperanza llega disfrazada de segundas oportunidades.