¿Qué pasa cuando te niegas a aceptar lo que sientes? ¿Qué pasa cuando te obligas a ti mismo a no dejar que tus pensamientos tomen vida propia? Fácil. Te vuelves una persona amargada, solitaria, que no se deja llevar por lo que siente y siempre trata de irse por el lado racional de las cosas. Como si construyeras una muralla a tu alrededor impidiendo que los demás vieran lo que en verdad eres, impidiendo que alguien pueda conocer realmente como eres, como tratando de impedir que alguien te lastime, impidiéndole al mundo destruirte. Reprimiendo así todo sentimiento, todo pensamiento fuera de lo habitual, no salir de tu zona de confort. Reprimiendo tu personalidad, tu forma de ser, tu forma de hablar y hasta tu sonrisa con el propósito de alejar a las personas que quieran tratar de colarse en tu vida.