Sentado mirando el horizonte, buscando el más allá de donde puede llegar la vista, creyendo encontrar lo perdido, lo escondido que ayer estuvo y hoy no está.
Sonreír y agachar la cabeza, mostrando los dientes de nostalgia y felicidad a los recuerdos latentes en las entrañas, de aquellos donde poco y nada era mucho más que algún billete pintado de cualquier color, porque en aquellas horas el mundo no sabía de capitalismos, ni mucho menos nosotros, que tampoco sabíamos de ocupar los bolsillos con algo más que las manos llenas anécdotas, de vida, de vida bien vivida.
Aprendimos a crecer. De golpe y a los golpes, con algunas travesuras de los niños que nunca dejamos de ser. Creímos que el placer era un abrazo, supimos que dos miradas decían mucho más que cualquier discurso, que ningún rey mago traería nada para nosotros, no por malos, sino porque nosotros siempre íbamos por lo nuestro, que no era lo mismo que lo de todos..
Levanto la vista y ese adolescente se pierde en la marea de esa rambla de Montevideo, y pienso, en quien soy, en lo que logre, lo que lograron aquellos que compartían conmigo.
Me levanto y camino, hoy también, como ayer, puedo caminar con las manos en los bolsillos, que quizás tengan algo más que anécdotas, pero sobre todas las cosas tienen la felicidad, como en el corazón, de haber sido quien fui, con los que también me dejaron ser quien son.
A mis amigos del Uruguay!