«La vida es la secuencia de un ser en el tiempo, y así lo es un recuerdo». Pasó mucho tiempo hasta que pude volver a nadar en el mar, en ese momento recuperé lo que siempre había sido mío. Ahora escribo desde el océano, a la deriva de la marea fraudulenta y encrespada, para escribir mi historia entre palabras desvariadas y muy saladas. Al fin y al cabo el crimen no estaba en mi injusticia, ni en mis numerosos desengaños. No había crimen peor que se creyeran viviendo en libertad cuando a esto no se le podía llamar libertad. Ellos pensaban que eran libres y nunca lo serían. La venganza y el rencor siempre serían los que nos eligieran a nosotros, nunca al revés. Otros se encargaban de controlar nuestro destino y jugaban con ello. Y yo me inmiscuí en él, en el juego. Al igual que el alma y el cuerpo están unidos con un pequeño lazo, muy fino, los suyos lo estaban a los recuerdos y yo era el nudo que les faltaba, era el eslabón perdido que les encajaba a la perfección y por eso estaba escribiendo esta historia mientras el mundo se destruía a sí mismo, todo porque ocurrí yo, bueno, porque el perfecto dejó que ocurriera. No éramos libres, siempre formábamos parte de algo mucho más grande, nos creíamos libres cuando éramos una mísera mota de polvo perdida en el desván de su propia habitación.