-¿Realmente quieres seguir con esta relación?- comentó el castaño con decepción y resentimiento. Jamás con furia, pues le era complicado odiar al pelinegro. -Esta enfermiza y posesiva relación. El otro no respondió. Sus ojos se veían más claros que nunca, cristalinos. Estaba llorando, suplicando en silencio que no lo abandonara, rogando el perdón de su otra mitad; la misma persona que le había brindado una sonrisa cada día; la misma persona que lo completó por muchos años; la misma persona que ahora estaba deseando acabar con aquella historia que poco a poco fueron construyendo con lujuria y dedicación aunque también, lamentablemente, con celos, terceros, y recompensas... un tanto prohibidas.