«-Vegeta, ¿me darás una oportunidad?»
«-Vegeta, ¡no me ignores!»
«-Vegeta, ¿puedo estar contigo?»
«-Vegeta, ¿puedo tomarte una foto sin camisa?»
«-Vegeta, ¿ya me amas?»
«-Vegeta»
«-Vegeta»
«-¡Vegeta!»
-¡Maldita sea! -gritó con furia, mientras golpeaba ese gran costal frente a él, rompiéndole la cadena que le sostenía y haciendo que estampara contra la cercana pared. Puso sus manos sobre su cabeza, jalando sus cabellos con desesperación. Esa voz, la maldita voz, nunca le dejaba descansar en paz aunque estuviera solo, siempre la recordaba, una, y otra, y otra vez sin razón alguna. A pesar de tanto insistir, a pesar de tantos rechazos, a pesar de su voz firme y semblante frío, no se rendía aquella chica, y, según ella, nunca lo haría. No sabía lo que le pasaba por la cabeza; si es porque nadie le miraba, que fuera una etapa, o simplemente estaba loca y ya, pero, todo esto, no terminaría bien.»