Dolor, tristeza, sufrimiento; son sólo algunos de los sentimientos que siempre estuvieron presentes en mi vida. Donde quiera que mirara, uno de esos sentimientos estaba. Donde quiera que me encontrara, ellos me esperaban.
Cuando me lo proponía podía recordar los pequeños momentos en los que era feliz, pero eso no me bastaba para sentirme bien. Porque cuando llevas una vida en la que sólo es permitido recibir dolor, la felicidad es sólo un sueño, una fantasía, algo que rara vez, podía sentir.
Es difícil dar amor, cuando sólo recibes odio. Ser feliz, cuando sólo conoces la tristeza. Sonreír, cuando sólo quieres ahogarte en lágrimas. Es complicado ser yo, cuando todos conocen una Mia diferente, pero ninguna, la verdadera.
«Lo que es malo, alguna vez fue bueno»
¿Será eso cierto?
Es algo que día a día me pregunto. ¿Puedo tener un cambio tan radical? ¿Puedo llegar a aceptar tanto la maldad que simplemente me uno a ella?
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El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y pauta como se le ha indicado. Un pueblo donde no se recibe con mucha gracia a los recién llegados así que cuando Los Steins se mudan a su lado, Leigh no puede evitar sentir curiosidad.
Los Steins son adinerados, misteriosos y muy elegantes. Lucen como el retrato perfecto de una familia, pero ¿Lo son? ¿Qué se esconde detrás de tanta perfección? Y cuando la muerte comienza a merodear el pueblo, todos no pueden evitar preguntarse si tiene algo que ver con los nuevos miembros de la comunidad.
Leigh es la única que puede indagar para descubrir la verdad, ella es la única que puede acercarse al hijo mayor de la familia, el infame, arrogante, y frío Heist.