Habían ciertas cosas de las que estaba segura acerca de Luca D'Amico. Primero, amaba el arte y la arquitectura. Segundo, podía pasarse horas frente al piano tocando los nocturnos de Chopin. Y tercero, le encantaba el sabor de la carne humana recién cazada... era un monstruo, y estaba perdidamente enamorado de mí.
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