Si había algo que repudiaba a su corta edad de diez años, era a esos malditos nobles. Hipócritas, falsos, ladrones y asesinos sueltos a los que la justicia no tocaba por su posición social. Y los más detestables entre la repugnante nobleza, era la realeza. Esos que tenían todo sobre la mesa por el mero hecho de haber nacido con suerte y podían hacer lo que les viniera en gana. Eran intocables y todos debían deberles sumisión si querían conservar la vida. Y sobre todo, eran los malditos responsables de que su familia estuviese muerta...