Mi vida no era lo que se dice normal, las constantes discusiones de mis padres, un hermano entrando en la adolescencia un poco problemático y yo, un chica de diecisiete años que amaba demasiado la soledad como para socializar con alguien de aquel pueblo al norte de Estados Unidos. Pero así era mi vida. La vida de Jordan Lawrence, hasta que él llegó, poniendo mi mundo patas arriba con sus constantes idioteces y su sonrisa irresistible. Pero cuando todo finaliza, los momentos llegan como si fuesen flashes, cegándote sin dejarte apenas reaccionar, desde el primer momento que le vi una parte de mi me gritaba "Apártate, no te acerques" pero no era la forma en la que habló, o el modo en que lo hizo, era el sentimiento que venía junto a él. Sabía que su mundo se movía muy deprisa y se quemaba con el Sol. Supongo que cayendo en sus brazos perdí mi equilibrio, pero pienso que la peor parte de todo esto no fue perderle a él, sino perderme a mí.