-Ven aquí princesa -Dijo él golpeando suavemente sus piernas, sentado en el sillón de mi casa. Caminé hacia él con pasos temblorosos y se puso en pie para luego quitarse el saco cuando me situé frente a él. Su piel quemaba la mía cuando acarició mi cabello y mi nuca sin dejar de mirarme de esa forma tan intimidantemente característica suya, para luego susurrarme al oído con voz ronca. -Arrodíllate. -Sí, señor.