"Me bastaba con un simple roce o el olor para identificarle; y si me quedara ciego, podría reconocerle por el modo en que respiraba o en que pisaba el suelo. Le reconocería en el fin del mundo, incluso en la muerte." Sobre cómo el hombre que dirigió a los mirmidones se enamoró de su compañero de armas en los juveniles días de verano antes de los días de sangre y lágrimas derramadas en las arenas de Troya. Todos los derechos reservados a Madeline Miller, autora de "La canción de Aquiles".