Enloquecí en el viejo valle del olvido casi sin darme cuenta. Quise dibujarme una sonrisa en el espejo de aquella desalumbrada habitación, donde me encerraron tras aquella noche de invierno, la noche de invierno cuando todos tenían frío menos yo, me atrevería a decir que fue la noche más calurosa que recordaré en años. Quise perderme en mis cenizas, quise oler a muerte calcinada, pero no me dejaron cumplir mi último deseo, tampoco dejaron que ese fuese el último. Cada mañana oigo como voces que no conozco mezclan gritos y susurros con el mensaje de que estoy enfermo, pero un corazón muerto no puede enfermar. Cada día que pasa pienso que soy el único cuerdo de este recinto.
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