Una apuesta en el cielo, una guerra en la tierra, un amor en secreto.
Ríala y Gahamon se conocieron por primera vez cuando ambos eran niños. ¿Cómo podrían imaginar lo que los dioses les tendían planeado? Sus ojos se encontraron y de inmediato sonrieron, seguros de que habían encontrado un amigo, un alma afin. El amor les lanzó sus cuerdas y los anudó el uno al otro con un hilo irrompible. Y luego Baran, dios de la guerra, metió la mano.
Los dioses comenzaron un juego, los dados rodaron, el mundo dio mil vueltas. Y cuando Ríala, la reina bastarda de Overania, se volvió a topar con Gahamon, el emperador asesino de Kinu, se dio cuenta de que habían perdido. El destino les había unido, pero los dioses y sus propias decisiones harían por siempre imposible su unión.
Si rendía su reino, perdería a su gente, si emprendía la guerra, perdería a su amor, si se aliaba con otro reino, se perdería a si misma.
-Se dice que el amor se define en actos, no en palabras. Se dice que no hay nada que pueda romper una unión de enamorados -comentó el dios Baran, observando a su hermana divertido-. Se dicen muchas cosas, pero la mayoría no son ciertas. Demuestrame que me equivoco.
Freen era una omega bastante rara para la personas aquellas decían que era un poco más alta para ser una omega otros que podría dar miedo si te miraba y algunas personas solo quedaban enamorada de verla aunque para Freen todo era normal pues siempre era amable y nunca se enojaba atenta con sus seres queridos era la chica perfecta como sus padres solían decir.
Becky una pequeña omega tan hermosa como la primera nevada era una chica responsable y cuidadosa con todo lo que hacía vive esperando a que aquella omega aparezca una vez más a su vida pues recuerda que alguien la salvó cuando era pequeña más no recuerda su rostro así que vive con la ilusión de que algún día aparecerá.
Pero ¿Qué pasaría si la persona que espera aparece en último año de universidad? ¿La reconocerá?