-¡Abrid la maldita puerta! ¡Va a morir! -¡No podemos! ¡Las puertas están hechas para entrar, no para salir! Ella daba puñetazos a la puerta sin hacerle el más mínimo rasguño. Un humo verde empezó a salir detrás de ella, al fondo de la sala. -¡Se va a ahogar! ¡Sacadla de ahí de una maldita vez! -¡Matthew, tenemos que irnos, no puedes hacer nada por ella! Y la puerta se cerró y ambos salieron. Una lágrima corrió por la mejilla de Elissa al quedarse sola en aquel lugar.