Volví a casa después de la rumba, de esa misma en la que te fuiste temprano, estuvo mucho mejor en comparación a las que solemos ir. Aquella mañana el sol estaba inmundo, pues era mediodía del domingo y todo el mundo gritaba en el parque, tenía una resaca que me hacía sentir que el cerebro me estallaría, todo culpa de esos benditos tragos de más que me invitó Sebastian, tu sabes como es, embutiendo la botella en la boca hasta que los ojos de uno le dicen que se va a ahogar si sigue bebiendo de esa forma. Camine lo más rápido que pude, como si fuera un vampiro huyendo del astro mayor por miedo a ser destruido con la emanación de su luz. Mientras tanto, pensaba en la buena noche que teníamos planeada con vos: salir a fumar un rato y caminar como lo hacíamos cuando apenas nos conocimos, ir en busca de un buen café con la llegada del alba, no sin antes haber pasado por quien sabe cuantos bares y moteles. Pero lastimosamente estabas de mal humor; debo confesar que las noches de sábado sin ti no son lo mismo, por lo que me perdí en esa casa. Las consecuencias no se hicieron esperar: resulte durmiendo al lado de Juan bien abrazaditos y sin ganas de nada salvo acostarme un siglo entero. En todo caso, después de haber bailado salsa con los dos pies izquierdos que me dio el destino, y después de escuchar unos buenos ritmos de jazz y rock, estaba listo para despertarme en medio de ese ruido y vómito de tanta gente porquería, que no aguantan ni media botella de ron sin estar pidiendo a gritos un baño.
Historia de Ovidio Guzmán López.
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No había forma de que un amor tan prohibido acabara bien, aún así Ovidio Guzmán y Atenea Salas creyeron el uno en el otro, o eso parecía...
En el amor y en la guerra lo que importa es la lealtad, cuando está se traiciona no queda más que pelear.
El le confiaba a ella su vida, pero no la de su familia.
Ella le confiaba a el su muerte, pero no la de su gente.
Un consejo de su padre nunca lo dejaría caer, de un ratón no solo tiene el apodo y su sangre Guzmán le daría la agilidad