Lo odiaba. Lo odiaba desde que mordía mi brazo como un hambriento durante el preescolar. Lo odiaba desde que lanzaba bolas de papel babosas y empapaba mis apuntes coloridos en tercer grado. Lo odiaba desde que nació para ser la peor pesadilla que arregló el sentido de vivir mi vida. Dos nombres y un apellido que me provocaban un sinfín de sentimientos: Calum Thomas Hood. © All belongs to @shawnmaximoff