Siento el frío viento en la espalda desnuda, aun escucho aquella voz que me repite que deje de respirar, que no hay salida. Sentirla bajo mi cuerpo era mi mayor necesidad. Requería el calor que emanaba sus muslos para no morir congelado por la soledad y la tristeza. Éramos dos almas jóvenes, yo hacía que ella pintara de blanco mi alma oscura. Dulce, triste, melancólica y hermosa, así era ella y yo era aquel que se perdió en su mirada y nunca volvió de regreso.
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