-Y dime… ¿cómo te sientes? –Preguntó la Dra. Russell, suspiré e inhale aire limpio, apreté mis venas con mis uñas teñidas de negro lacado y finalmente respondí:
-Últimamente tenía nostalgia, rabia, pero no vacío. Odio el vacío, necesito gritar y llenarlo vaciando mis pulmones. –Clavé aún más mis uñas en mi brazo izquierdo, y suspiré. Me imaginé a mí misma estando en alguna montaña enorme, sin ninguna persona a mí alrededor…en ese lugar, descargaría toda la ira que contenía mi alma.
-Eres una chica sensible, con sentimientos, con alma de poeta… -Exclamó la Dra. Russell con un tono alegre y jovial, sólo me lleno de repulsión y asco hacia mi persona, era estúpido que se sintiera de esa manera, sólo había dicho como me sentía, no tenía por qué asombrarse tanto, asentí con la cabeza para no sonar descortés ya que me habían educado de una manera sumisa, si hacía algo que no debía iría directo al «cuarto del dolor».
-Me alegra que tenga una buena opinión hacia mi persona...pero debo decirle, que es incorrecta. Sé que ésta vida ha llevado a las personas por muy mal camino, de ahí la burocracia, injusticia, cinismo, mediocridad, egoísmo y falsedad, pero no me mienta, eso me saca de mis cabales. -Respondí sin emoción alguna, había pagado a una psicóloga sin qué ni para qué, con el poco dinero que me daban las monjas mensualmente...odiaba el orfanato, y mi vida en general.
Esto es una mierda con mayúsculas, en negrita, y subrayado.
Necesito un salvador, alguien que me ayude a salir de toda ésta porquería en que estoy metida.