Los días ya no estaban siendo lo que eran. La luz del día apenas alcanzaba las tierras brumas. Los Staken habían tenido que irse muy lejos a cazar, pues los animales se habían marchado hacía largo tiempo. La poca luz era síntoma de malos augurios, los magos lo sabían, los Staken y todos los demás se habían asentado en sus territorios. Las brujas eran las culpables de todo. No escucharon las advertencias de un apocalipsis; prácticamente parecía que eso era lo que andaban buscando. Los magos, temerosos de que las criaturas de los bosques sufrieran daño alguno, se lanzaron a por los Staken, los Argon, pero no llegaron a los Minegón pues un acuerdo vino primero: las criaturas de los bosques oscuros y las tierras brumas eran intocables y ningún miembro de ningún aquelarre debía romper ese juramento bajo ningún concepto si no quería ser aniquilado a manos de los brujos. Los brujos debían salvaguardar a los hombres-lobo, pues ellos eran los únicos capaces de proteger a las ninfas. Las ninfas se encargaban de hacer que todo el planeta estuviera en equilibrio consigo mismo y con las criaturas que éste contiene. Un aquelarre de brujas, de las antiguas, se adentró en las tierras brumas haciéndose pasar por vampiros. Poco después... vino la guerra.All Rights Reserved
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