Un bebé era lo último que necesitaba en estos momentos, había conseguido una beca para Stanford, por primera vez en mi vida podría decirse que mis padres estaban orgullosos de mi, pero había metido la pata, la había metido hasta el fondo yendo a esa maldita fiesta. Un shot de tequila, aceptable. Dos shots, pasable. Tres shots, un completo error. Y gracias a eso ahora me encontraba en el aeropuerto esperando abordar el maldito avión que me llevaría directo a Florida, con un maletín lleno de dinero, y con una gran responsabilidad en mi vientre. En lo que mi padre llamaría un "retiro espiritual". Patrañas. Lo único que quiere es deshacerse de mi por un tiempo y así evitar que la gente hable y marche su reputación.