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Alberto inhaló fuertemente y apoyo sus brazos en alfeizar de la vitrina que los separaba.
- Necesito recuperar mi maletín - dijo al tiempo que exhalaba
La señora levantó levemente sus ojos hacia el maletín que estaba puesto en el piso a los pies del hombre.
- Mi otro maletín - recalcó, haciendo énfasis en "otro"
- Solo tenía ese
- Ya. En fin. No tiene importancia - buscó en los bolsillos de su largo abrigo negro la caja de cigarros y el encendedor. Colocó uno en medio de sus labios, sosteniéndolo con su mano izquierda y con el encendedor en la otra trató de darle vida. No logro que saliera una sola llama.
- No. No la tiene - en toda la discusión, la mujer de pelo canoso no había dejado de escribir, mover papeles, ni recibir llamadas en las que solo respondía "si" o "no".
- Lo que me pertenecía lo guardaba allí. Era importante
- Pero usted dijo lo contrario
Era verdad. Por más de que tratará de crear un sentimiento de preocupación o cuidado, lo único que lograba era aumentar su indiferencia. Por fin logró encender el cigarrillo. Alzó el su supuesto maletín del suelo y se volteó, no había dado más de diez pasos cuando se devolvió, contempló a la trabajadora por un segundo.
- ¿y cómo está usted segura de que enserio no tenía importancia?
- porque tenía uno, y lo perdió - respondió Daria. Aquél era el nombre de la señora, lo notó en su escarapela, la llevaba en su seno izquierdo y era sujetada por un imán.