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El aire en la plaza del Distrito 12 era tan denso como el humo de las minas. Me ardía la garganta, no solo por el polvo, sino por el miedo. Miedo crudo. No por mí, sino por Katniss. Por Peeta. Por Gale. Por lo que sabía que se avecinaba y que aún no quería nombrar. "Este año, como parte del Vasallaje de los Veinticinco", dice Coriolanus Snow desde el televisor, "cada distrito enviará a cuatro tributos: dos hombres y dos mujeres, dos vencedores y dos tributos."
El mundo no se detuvo. Siguió girando. Pero dentro de mí, algo se rompió. Como si una de esas flechas que tanto ama Katniss me hubiese atravesado el pecho. El Capitolio no solo nos quería muertos. Nos quería enfrentados. Quería que el fuego se apagara desde adentro. Y lo peor de todo... sabía que iba a arder.