Pʀᴏ́ʟᴏɢo

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CINCO AÑOS ATRÁS

Las brujas amamos los objetos brillantes.

Es un hecho que la mayoría ignora, después de todo no quedan muchos dispuestos a aventurarse en nuestro bosque, y son aún menos los decididos a pagar el precio por sus deseos.

Nuestros árboles reciben a los más desafortunados, arrullan su camino con promesas de muerte. Para el momento que alcanzan nuestras moradas sus cuerpos tiemblan de pies a cabeza, sus ojos llorosos y caras pálidas imploran por nuestro poder.

Cobardes.

No saben lo que es vivir en completa obscuridad, ser asechada por los susurros de los muertos.

No saben nada.

Aún así, nos han exiliado, nos acorralaron en el más inhóspito de los lugares, fuera de su vista, ignorando nuestra existencia hasta verse en la cruda necesidad de comprar nuestros favores.

Contratos

Saben que son una trampa, pidan lo que pidan, las brujas les quitarán el doble, pero la desesperación termina jugando de una manera extraña con la mente humana. La esperanza por salvar a un ser querido, la búsqueda de riquezas, podemos ofrecer todo lo que la imaginación pida.

Sin embargo, somos incapaces de romper nuestras propias cadenas, estamos atadas a permanecer en nuestro infierno personal por un pacto de sangre con la familia real.

La ilustre familia real, los humanos más despreciables, los más ambiciosos. Hacía ya más de dos siglos que ninguno de sus miembros se degradaba a pisar el Bosque de las Brujas.

Tal vez por eso nos preguntábamos si acaso nuestros ojos nos jugaban alguna clase de mala pasada.

Esa noche, frente a todo el aquelarre, se presentaba orgullosa una figura encapuchada, distinguida únicamente por el escudo de dos leones peleando sobre el derecho a la corona —El escudo real— comprendí, cuidadosamente tallado sobre brillantes hilos dorados que hicieron temblar nuestras miradas con ambición.

Al menos hasta que su portador, intuyendo la causante de distracción, se decidió a retirarse la prenda.

Gran error.

Sus ropajes eran discretos, colores neutros pero elegantes, sin duda pertenecientes a un noble. Era su rostro lo que nos dejó desarmadas.

Hermoso.

A pesar de poseer toda clase de cosas brillantes, una variada colección de las mejores joyas, escudos y espadas de incalculable valor, ninguna se comparaba a las hebras de oro que conformaban sus cabellos.

Ni hablar de los lunares que iluminaban su también dorada piel, pude haberme quedado todas las noches contándolos, como estrellas en un cielo nocturno.

Él lo sabía, estaba perfectamente consciente del efecto que causaba y demonios, no hizo nada mejor que largarse a reír. Se reía de nosotras, tal como sus antepasados.

No.

Algo no cuadraba.

Sus ojos, en ellos no existía rastro de diversión. Eran calculadores, obscuros, los ojos de un asesino. Los ojos de un depredador a punto de devorar a su presa.

Mi cuerpo tembló, mis sentidos alerta, mi desconfianza creciendo a cada segundo.

Después de todo...

¿Qué clase de príncipe era capaz de hechizar a una bruja?

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Bienvenidos, pónganse cómodos y agarren sus palomitas.
Ahora si se viene lo bueno ✨✨
Acepto todas sus sugerencias y aunque mi ortografía no es perfecta, intentaré cometer los menos errores posibles.
Nos vemos en la próxima actualización!!!

𝑆𝑂𝑅𝑇𝐼𝐴𝑅𝐼𝑈𝑆  "El hablador de suertes"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora