CAPÍTULO 1: "Siete" (Prólogo parte 1)

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El rumor lejano de los árboles movidos por el viento se opacaba ante el sonido de las largas zancadas que daba en su desenfrenada carrera.

Un chico joven corría desesperado por el bosque. Su mirada no se posaba más de un segundo en un mismo sitio, buscaba un refugio, un escondite, un lugar donde ocultar su cuerpo y jamás ser encontrado. Pero sus ojos mostraban más y más desesperación a medida que buscaba, pues solo podía ver árboles a su alrededor, y podía escuchar los gritos enfurecidos de aquella multitud que le pisaba ya los talones.

Se estaba quedando sin fuerzas, ni siquiera recordaba por cuánto tiempo había estado corriendo. Sentía que las piernas empezaban a fallarle y los pies le ardían; pero lo que más le preocupaba era el saber que, si se detenía, ese sería su fin.

Corrió y corrió todo lo que pudo hasta que al fin dio una zancada en la que se sintió desfallecer. Cerró los ojos con dolor y amargura, esperando caer al suelo, pero un fuerte impacto en su cara le hizo retroceder.

Dio un paso atrás pero logró mantenerse en pie. Abrió los ojos y alzó la vista para ver aquello con lo que se había chocado, y éstos casi se le salen de las órbitas al darse cuenta de qué era exactamente lo que se había interpuesto en su camino.

Finalmente, las piernas dejaron de responderle y cayó al suelo de espaldas, completamente exhausto y desconsolado. No podía creer que pudiera tener tan mala suerte, ya no le quedaba esperanza alguna.

Fue entonces cuando sintió que perdía el control de su propio cuerpo, llevaba horas corriendo sin siquiera haber comido nada, no le quedaban fuerzas, y la gran bestia frente a él comenzaba a mostrarle los colmillos, ya no tenía razones para luchar, ya no tenía sentido.

Y en ese instante en el que sintió perder la cordura pasó por su cabeza una idea descabellada.

Su cuerpo se cubría de pelaje y su boca comenzaba a tomar la forma de un hocico, pero antes de que eso sucediera pronunció con desesperación unas últimas palabras en las que había depositado su último resquicio de esperanza.

-Ayúdame-rogó dejando caer las lágrimas de sus ojos color oliva que reflejaban el terror más absoluto.

El inmenso dragón arrugó el hocico enseñando aún más sus colmillos y estiró sus largas garras hacia él. Cerró los ojos esperando su final, sintiendo como la gran mano de la bestia rodeaba su cuerpo y lo levantaba del suelo. Dejó escapar un par de lágrimas, todo había sido en vano, había llegado su final.

Esperó apretando con fuerza la mandíbula hasta que la presión sobre su cuerpo se soltó por un instante y notó como lo envolvía la oscuridad. Al sentir que el dolor no llegaba no pudo evitar abrir los ojos, topándose de lleno con el brillante iris purpúreo del dragón, que brillaba como único foco de luz en aquel sombrío entorno.

Tembloroso y dubitativo abrió la boca dispuesto a interrogar, gesto ante el cual, el dragón volvió a apresarlo entre sus garras, cubriéndole agresivamente la boca con uno de sus fuertes dedos, casi privándole de oxígeno.

Fue entonces cuando llegaron a sus oídos las voces de sus persecutores que rondaban la zona desconcertados.

-¿Dónde se ha metido ese crío?-bramaba uno molesto.

-Lo he visto irse por aquí-respondía otro cuya voz sonaba un poco más cercana a su posición, casi como si estuviese de pie justo a su lado, cosa que hizo sudar frío al muchacho, pero no se movió.

-Y así ha sido, no puede estar lejos, hay ramas rotas por esta zona, no sabe cubrir sus pasos...-informaba otra voz más alejada.

-Ya... pero de repente desaparece como si nada...-comentó la primera voz con un tono sarcástico.-Vámonos, peinemos la zona y sigamos buscando, mientras hablamos esa sucia rata se nos está escapando...-ordenó con voz autoritaria y un deje de frustración.

METAMORFOSIS-KarmalandAU-Rubegetta y +Donde viven las historias. Descúbrelo ahora