Parte 1 El presente de navidad.

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Esa última conversación con Rocinante lo mantenía en vela durante las navidades, no había árbol navideño ni adornos, pero el regaló de colores chillones permanecía intocable sobre la chimenea, incapaz de abrir lo último que le dejó Rocinante esa navidad hace tantos años. Había sido muy joven e ingenuo para creer que el trasplante llegaría, cuando la lista de espera solo crecía cada día y los órganos brillaban por su ausencia. Se había convertido en doctor, pero solo buscaba dar una respuesta a lo irresoluble: ¿Por qué?

Año tras año, lecturas interminables de nuevas investigaciones sobre el cáncer de pulmón ¿fueron los cigarros? ¿fue una predisposición genética? Preguntas, preguntas y más preguntas que no ofrecían respuesta alguna para él. Y aquella navidad no era la excepción.

Se sentó y contempló el paquete nuevamente, el tic tac del reloj anunciaba la noche buena, por la ventana podía la nieve caer lentamente. Suspiró y contempló el apartamento en que vivía, tantos recuerdos... Rocinante lo había dejado a su nombre sin decirle, estaba seguro que presentía su muerte ¿Por qué? Nuevamente sin respuestas. Sacó una botella de vino y se sirvió una copa, al menos, una vez al año bebía a su nombre, pero este año fue diferente, el timbre de su puerta sonó como en mucho tiempo no había escuchado. Tal vez porque nunca recibía visitas y los paquetes que solicitaba llegaban directamente a su oficina.

Intentó ignorarlo, pero de los timbres pasaron a los golpes ¿acaso había una multitud furiosa fuera de su apartamento? ¿Algún gamberro se habría equivocado de dirección? Dejó la copa sin probar y se encaminó a la puerta, al abrirla, no fue una turba furiosa en su apartamento, pero si al gamberro, aunque este no parecía haberse equivocado de dirección.


- ¡Al fin! –exclamó con satisfacción el pelirrojo frente a él.

- Hola, Eustass-ya –saludó apático.

- ¡oye! Van tres años que no nos vemos ¿Y así es como me recibes? –preguntó molesto.

- Lamento que solo hayan sido tres años –respondió con indiferencia.

- Sigues igual de amargado –se burló entrando sin permiso a la vivienda ajena –este lugar es casi tan deprimente como tú –comentó con aire crítico –no parece que hoy fuese noche buena.

- En primer lugar, no entres donde no te invitan –indicó –segundo, que celebre o no, no es de tu incumbencia Eustass-ya.

- ¡Anda, si tienes un regalo aquí! ¿Quién pensaría que el apático doctor aun recibe presentes?


Estaba a punto de coger el pequeño objeto cuando Law lo detuvo con brusquedad, confuso, Kid dejó de lado sus bromas y miró con extrañeza el inusual comportamiento del ojeroso. Lo conocía desde hace siete años, durante una fiesta que daba su facultad, entró de colado para beber cerveza gratis y lo encontró apartado del festejo, bebiendo mientras leía algún libro de medicina, imperturbable a la música estruendosa. Se acercó a él únicamente para molestarlo, pero ante cada provocación por su parte recibía la misma respuesta pusilánime y carente de interés en él o su alrededor. Finalmente, hastiado con las constantes instigaciones, aceptó un desafío para ver quien bebía más cerveza, después de todo ¿Cuánto podría resistir un flacucho como ese?

Contra todo pronóstico de los espectadores ahí reunidos, Law permaneció imperturbable al alcohol mientras él, Eustass Kid, se tambaleaba con la visión nublada. No recordó más de esa noche hasta que unos chicos le comentaron que había sido Law quien lo arrastró hasta una banca del campus y lo dejó abandonado a su suerte.

Obsequio de navidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora