Nativos

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Sirius baja del barco y lo que ven sus ojos no se compara absolutamente a nada de lo que le han contado sobre el Nuevo Mundo. Deslumbrado por los vívidos colores y el amplio panorama que hay frente a él, no nota la mano de su amigo, James, que lo ha tomado del hombro para poder equilibrarse un poco después de haber estado tanto tiempo en altamar y sentir la tierra firme de nuevo.

La primera semana es la más difícil. Sirius nunca en su vida ha hecho trabajos forzosos, o al menos no los ha hecho sin magia. Tener que cavar, cargar, talar y explorar son tareas agotadoras a las que él como los otros magos que han sido enviados por el gobierno aún no logran adaptarse. James y Peter lo motivan a que vea todo como una nueva aventura, pero Sirius no deja de alegar que el ministro de magia pudo haber ido en persona a llenarse las manos de porquería, en lugar de mandar a un grupo de magos inexpertos infiltrados con otro grupo de muggles aún más inexpertos que ellos. Aunque lo que más le frustra es no poder comunicarse con ningún nativo. Si quiere hacerlo, necesita de un interprete, el cual está igual o peor perdido que él. Los mejores interpretes los tienen los "jefes al mando": las personas que llegaron mucho antes que ellos y han logrado un tipo de civilización que está para cagarse de risa. La comida es rara, duermen en tiendas, y no pueden usar magia. Hay que joderse.

La situación parece mejorar solo un poco más cuando los miembros de una tribu vecina llegan a la tribu en la que se encuentran Sirius y los demás. Los nativos son amables, aunque aún recelosos. Sirius se les acerca con cuidado, y para evitar tener que hacer esos trabajos que tanto le molestan, aprende a sembrar y cultivar, una actividad también difícil pero más agradable que las demás. Son él y otro pequeño grupo de magos que se quedan a labrar la tierra, mientras James, Peter y los demás se adentran en el bosque. Hay varios nativos trabajando en el lugar pero solo dos se dirigen a ellos. Un indígena alto y fornido que les enseña lo que tienen que saber, y una mujer igual de alta, aunque esbelta, que les interpreta bastante bien. Una vez aprendido lo básico, ponen manos a la obra. Y es ahí donde Sirius conoce a Remus.



Remus es enviado, junto con un grupo de hombres jóvenes y mujeres, a ayudar a labrar la tierra en la que los blancos están trabajando. Al perecer, son los mismísimos blancos quienes han pedido aprender el arte de sembrar y cultivar. Remus se sorprende al saber eso, todo este tiempo ha pensado que los blancos solo estaban interesados en tirar y tirar árboles para construir esos cuadrados extraños que llaman "casa", los cuales empiezan a alzarse por el lugar.

Remus está trabajando en su parcela cuando uno de los hombres blancos se acerca y lo saluda. Es su primer encuentro con un cara pálida, nunca ha visto uno de tan cerca. Su piel es realmente blanca, y luce aún más transparente gracias a ese pelo negro que revolotea por su cara. No es tan alto como alguno de sus compañeros, y su espalda es muy ancha aunque es esbelto. No deferiría mucho de los otros, si no fuera por el color de sus ojos. Son hermosos, un color que Remus solo habría soñado con ver en persona. Su mirada intensa es muy parecida al cielo cuando está a punto de amanecer, gris y obscura, con destellos de luz en el horizonte. Remus no puede evitar sino sorprenderse. Controla su expresión facial, y devuelve el saludo que el hombre ha hecho con un ligero levantamiento de su mano. Este parece confundido y vuelve a saludar, a lo que Remus se ve obligado a responder verbalmente. El cambio en la expresión del hombre es sorprendente, muy fácil de leer. Una sonrisa enorme cruza su rostro y sus hombros caen relajados. Dice algo que Remus no entiende, en el idioma de los cara pálida. Luego frunce sus cejas pobladas y le pregunta a Remus si también puede trabajar en la parcela. Es un algonquino muy pobre, casi peor que el de un infante. Sin embargo, Remus vuelve a sorprenderse. Muy poco es el tiempo que llevan los hombres blancos en la tribu y ya pueden saludar y preguntar, aunque no fuese perfecto. Remus le responde que no hay problema y regresa a su trabajo, no sin antes notar la mirada directa de ese par de ojos grises.



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