Oesed

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Me quedo sentado detrás de una estantería mientras asimilo lo que acaba de ocurrir. ¿En qué momento el deseo más grande de mi corazón dejó de ser tener a mi familia completa conmigo? ¿Y cómo es que pasó a ser justamente... eso?

Por Merlín, ni siquiera puedo ponerlo en palabras. Es solo... demasiado.

¿Será posible que el fuego maldito haya afectado al espejo de Oesed y ahora muestre tu peor pesadilla en lugar de tu mayor deseo? Eso tendría mucha más lógica.

Pero no, por mucho que el espejo estuviera descompuesto, no puedo engañarme a mí mismo, no puedo engañar a mi corazón, que sabía perfectamente cuál era ahora su deseo más profundo incluso desde antes de ver "eso" en el espejo.

Por eso mismo le pedí permiso a McGonagall para venir a Hogwarts en busca del espejo de Oesed, que milagrosamente salió intacto del incendio ocasionado por el fuego maldito que Crabbe provocó durante la guerra, al igual que varios otros objetos escondidos en esta sala.

El incendio. Esa fue la primera vez que entré en contacto físico con Malfoy sin intención de hacerle daño alguno, sino todo lo contrario.

Ese fue el día que le salvé la vida, y el día en que de forma definitiva todo cambió entre Draco y yo.

Draco...

¿Fue después del incendio cuando todo cambio? ¿O acaso fue cuando mintió para salvarme la vida? O quizá fue mucho antes de cualquiera de esas dos cosas, quizá todo empezó desde que nos encontramos por primera vez en la tienda de túnicas de Madame Malkin, la primera vez que me cruce con esos ojos grises que ahora no puedo sacar de mi mente.

Abrazo mis rodillas contra mi pecho, y recargo mi frente en ellas.

Desearía que fuera posible aplicarme un sencillo Evanesco y simplemente desaparecer. O aplicar un Evanesco a mis sentimientos. Oh, Merlín, eso sería fantástico, ¿por qué no es posible hacerlo?

Empiezo a juguetear con mi varita, preguntándome qué pasaría si intentara aplicarme el hechizo. Creo que es tan probable que no ocurriera nada como que me ocasionara un mal irremediable. Dada la situación actual, no tengo realmente claro cuál opción preferiría.

Casi me decido a apuntarme con la varita y murmurar el hechizo cuando escucho que la puerta de la Sala de los Menesteres se abre.

Uso un hechizo que aprendí en la Academia de Aurores para dejar a oscuras la sala, y me quedo quieto, intentando no hacer ruido ni siquiera al respirar, pero una serie de golpes de objetos cayendo me hace incorporarme e intentar distinguir algo en la penumbra que yo mismo ocasioné.

—¡Mierda! —grita el recién llegado, y me quedo helado al escuchar su voz.

No podría confundir esa voz ni con un buen Confundus encima, y me quedo demasiado desconcertado como para reaccionar y lanzarme un hechizo de ocultación antes de que la voz de Draco se escuche nuevamente.

Homenum revelio —dice esta vez—. ¡Da la cara! —exclama tras comprobar que hay alguien más en la sala.

Maldigo la imposibilidad de desaparecerme dentro de los terrenos de Hogwarts, y con un movimiento de varita devuelvo la luz a la habitación, pero no salgo de mi escondite.

—¿Quién eres? Da la cara —exige Draco nuevamente. Escucho que comienza a caminar por la sala.

Decido hablar por fin, aún sin moverme de mi sitio.

—Soy yo, Malfoy —le digo.

—¿Potter? —sus pasos se detienen y detecto confusión en su tono—. ¿Qué haces aquí?

Oesed [Drarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora