Mi cuerpo está destrozado pero sigo consciente. Se ha dicho que soy bastante resistente, aun así, lo único que quiero es que acabe este dolor.
Puedo ver mis extremidades a mi lado. Hago un vano intento por alcanzarlas con la poca fuerza que me queda, pero en realidad sólo me muevo por reacciones involuntarias de mi organismo.
Siento mis preciosos líquidos vitales escapando por mis heridas, cayendo gota por gota sobre el frio suelo.
Mi cabeza es la única que se mueve con libertad pues ha quedado intacta. Sin embargo, no puedo gritar.
La muevo de lado a lado en espera de que alguien o algo me ayuden y puedan unir mi parte inferior con el resto de mi cuerpo. Incluso le pido a mi asesino por un poco de misericordia. Al menos él es capaz de darme eso.
Pero no le importa. No le interesa en absoluto. Pareciera que hace esto con frecuencia.
Lo veo alejarse para continuar su agenda.
Mis pensamientos egoístas se hacen a un lado una vez que recuerdo a mis hijos. Tengo varios y trato de no pensar en lo que será de ellos una vez que me haya ido.
El encuentro con su madre fue algo sin importancia. Me atrevo a decir que fue exactamente una cuestión de engendrar, y no de criar.
Ellos ya debieron haber nacido. Me pregunto si de verdad me necesitarán.
Hablo así, no porque haya perdido la esperanza, sino porque sé que no hay ninguna. A los de mi clase no se les atiende en hospitales ni se les da un entierro apropiado.
Diariamente me entero de que alguien como yo ha muerto de manera desagradable y que colonias enteras son destruidas con gases químicamente diseñados para ese propósito. Esos escuadrones de muerte no son castigados por ello y hasta son ovacionados por la muerte que propagan en esos tanques.
No veo que alguien venga a auxiliarme o siquiera voltee en mi dirección, y aquellos que dan un rápido vistazo no se quedan de esa manera por mucho tiempo. No puedo culparlos, no lo hacen con cinismo o con sadismo, lo hacen con desinterés.
Entiendo, al menos en un sentido existencialista, el porqué de esto. El porqué de mi situación. El porqué de la situación de millones iguales a mí. El posible porqué al que se enfrentarán mis hijos, ese tal vez que aún no le ocurre a su madre.
Pero lo que he pensado en mis últimos momentos no quiere decir que esté de acuerdo con esto.
Los insectos se acercan a mi cuerpo decaído y comienzan a hurgar en él. Lástima que aún siga despierto, lo estaré durante casi todo el proceso.
No puedo pedir más. Esa es la vida de una cucaracha.