Capitulo 12

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Realizado por: FlouuriiTejada

La habitación estaba oscura como boca de lobo. Las cortinas eran sacudidas levemente por la brisa de la noche, y la luna se reflejaba sobre el suelo de piedra.

Todos en el castillo dormían. No se escuchaba ningún sonido, no había ni un alma.

El ulular de un búho resonó en la noche, rompiendo esa quietud. Voló hasta posarse en el asfeizer de la torre más alta. Y batió sus alas, nervioso. Las cortinas se sacudieron de repente con un viento violento, las nubes grises avanzaban cubriendo la infinidad del cielo, dejando a su paso el lugar en tinieblas. En pocos minutos todo Hogwarts estaba bajo un fino manto negro.

Resonó un trueno, y miles de gotas como dardos golpeaban los vidrios.

Hermione se despertó de un salto. Con los ojos muy abiertos y jadeando, escrutó la habitación. Sentía a su corazón latir desbocadamente, como si fuera a salirse de su pecho. Tenía la piel de gallina.

Un relámpago iluminó la habitación de repente. Sus ojos se apresuraron a barrer la estancia. Allí no había nadie, excepto ella y Grace.

Aún con la mirada fija al frente, y temblando un poco, se levantó silenciosamente y caminó los pocos pasos que la separaban de su hija. Su pequeño ángel. La niña dormía apaciblemente, su pecho subía y bajaba, despacio. Hermaione le acarició la frente con una mano sudorosa y se concentró en aclopar su propia respiración a la de ella. Poco a poco se fue relajando.

Suspiró, y no puedo evitar echar una mirada por encima de se hombro para cerciorarse... aún sentía esos ojos grises clavados en ella.

***

  Draco llevaba horas parado frente a las ventana.

En realidad miraba sin ver. Su mente estaba en otro lado, en otro tiempo. Sentado a los pies de la cama, con las manos entrelazadas, lo único que podía hacer era recordar.

Sentado tan rígido como piedra, sin siquiera parpadear. Tenía la mirada perdida en algún punto de la noche.

Un relámpago iluminó su bello rostro.

Parecía la estatua de un ángel. Un ángel maligno, hermoso y celestial, pero peligroso. Su tez blanca, perfecta, simulaba ser de mármol, sus ojos brillaban amenazadormente, parecían rubíes; sus facciones elegantes y frías lo hacían una persona sin vida, una estatua. Tenía los labios fuertemente cerrados en una línea recta, parecía estar conteniéndose para no gritar.

Salió de su ensoñación con un leve movimiento de cabeza. La noche lo soprendió en su oscuridad. Había estado sentado desde antes que los últimos rayos del sol cayeran, había perdido la noción del tiempo. Sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse a la penumbra.

Se incorporó para estirar sus rígidos músculos, con la vista fija aún en ese punto lejano. En un impulso repentino caminó con pasos apresurados hacia la ventana y apoyó su frente en el frío vidrio. Su mente lo agobiaba, estaba perdiendo la poca paciencia que tenía.

Todo era un desastre. Debía hacer algo.

La idea de contar con Potter...todavía no servía de nada. Ahora no le veía utilidad. ¿Cómo pudo pensar que dos cabezas pensarían mejor que una? Había perdido tiempo, Riddle había llegado antes. Chirrió los dientes, furioso. Había llegado tarde. El ingenio de ese maldito lo había superado, a él ¡Draco Malfoy! Pero no dejaría que lo hiciera, oh no, él tenía que llegar antes, tenía que ir al limbo. Costara lo que costara. Y haría pagar a ese infeliz.

La imágen de Riddle besando a Hermione se coló en su pensamientos...

Sus manos actuaron por impulso. Arrojó un reloj que estaba sobre la mesa, lo primero que agarró. Tomó las sillas de su escritorio y las aventó también. Luego fue por la mesa. Se dirigió hacia su armario, y comenzó a esparsir toda su ropa por el piso. Libros sobre la repisa, le arrancaba las hojas, las tiraba al fuego; levantó sobre la cabeza un pequeño velador, regalo de su madre, y lo estrelló contra el suelo. Millones de pequieños cristales saltaron, haciendo algunos rasguños en sus brazos y un pequeño corte en su mejilla.

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