Prólogo

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James, me aseguró que mucha diversión y un buen beso serían suficiente para olvidarla.
Aunque si he de decir la verdad, creo que ni él confiaba en su propia táctica después de haberla conocido.

Estaba seguro, yo no quería un beso de cualquier desconocida, tampoco mimos de alguien que me quería.

Quería que ella gritase cualquier canción a centímetros de mí labios, que nunca tuviera tiempo para nada y aún así pudiera hacerlo todo. Que volviera invitarme a balancearme sobre las olas, que se inclinara sobre mi cuando conducía para bajar las ventanillas y obligarme a gritar cualquier estupidez. Quería que me robara picos cuando le invadía la adrenalina, que cada vez que hubiera que comunicar cualquier problema, ya estuviese pensando en las soluciones. Que achinase los ojos cuando sonreía, que fuera distraída y que te hiciese sentirte especial solo con su mirada. Quería que frunciese el ceño cada vez que miraba su reflejo porque había olvidado mirarse al espejo, que fuera a destiempo cuando cantaba una canción y que la música siempre invadiera su apartamento. Que sin darte cuenta estuvieses sonriendo al mirarla, que pudieses encontrarla trabajando su prototipo en el invernadero. Quería que nunca se intimidase con las miradas ajenas, que hiciera cumplidos sin darse cuenta y que diera pequeños saltos cuando estaba alegre. Que pudiese tirarse horas mirando al cielo sin aburrirse, que pudiera callarse y hablar sin parar. Que le quitase importancia a sus acciones y que nunca se echara para atrás. Quería que volviera a sorprenderme con uno de esos abrazos por la espada y que por nuestra diferencia de altura ella siempre mirase hacia arriba al hablarme. Que cada pequeño regalo le pareciese un tesoro y que tuviera demasiadas pecas para contarlas. Quería que defendiera a sus amigos como si la vida le fuera en ello, que el blanco fuera su color y perderme en sus ojos verdes. Que se aclarase los primeros mechones de su pelo cuando se aburría del castaño y que viera la belleza en lo marginado. Quería que inventara juegos sin sentido, que pareciese la chica más dulce y que su cuerpo escondiese tatuajes. Que se le formasen rizos con la humedad, que tuviera los dientes resplandecientes y que sus labios estuvieran siempre cubiertos de cacao. Quería que jugase a Mario-kart en pleno día, que sus amigos fueran sus hermanos y que crease su propia familia. Que olvidase comer a veces y lo compensase con galletas, que conociese a medio mundo y todos la correspondieran con afecto. Quería que ella volviera a ofrecerme su meñique, que prometiéramos no olvidarnos jamás y que nunca nos hubiésemos separado.

¿Era tanto lo que pedía?

(#PDV1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora