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Bruce ladeó un poco el rostro mientras miraba la perfección a la que habían llegado los avances tecnológicos. NAMIDA, la empresa de robots, había sacado un nuevo modelo para su línea casera 1416, el nombre del nuevo modelo era Kal-El. Si bien los robots de la dichosa línea numérica se encargaban de tareas básicas como la cocina, la limpieza y demás, las últimas ambiciones de la empresa era cubrir todas las necesidades dentro de un hogar.  Su nueva tarea por realizar, que iba más allá de simples quehaceres, fue bastante excéntrica y punto de muchas críticas y debate.

Kal-El sería un compañero, un amante. Además de profesar falso amor por ti, haría algunas otras cosas que te hicieran sentir ‘completo’. Prostitución, lo llamaron algunos, el invento del siglo, para muchos otros, el fin de las relaciones humanas, eso último fue lo que había dicho Alfred cuando esa mañana llegó un paquete para Bruce Wayne desde la compañia con Kal-El. 

            ‘Kal-El no es un modelo de robot casero cualquiera, su fin es satisfacer todas y cada una de sus necesidades, desde las más simples hasta las más pasionales.’ 

Bruce arrugó la pequeña nota en su mano mientras volvía a mirar con minuciosidad el robot. 

NAMIDA decidió que sería bueno que algunas de las personas más influyentes tuvieran la oportunidad de interactuar con el nuevo modelo antes de salir al mercado oficialmente, publicidad en el más estricto de los sentidos y captación de posibles clientes. Por supuesto que Bruce Wayne era uno de los elegidos. Lo único de lo que no estaba seguro era por qué habían enviado un modelo ‘varón’.

          Lo reparó varias veces. Giró en torno a la resina y silicona moldeada de forma hiperrealista que recreaba la cara humana de un adulto joven. Si no estuviera seguro que era un robot y hubiera visto el panel de control bajo una tapa tras su espalda de látex, que estaba bien oculta, por cierto, hubiera pensado que estaba frente a un verdadero ser vivo.

           —Admito, señor, que resulta casi escalofriante —La voz de Alfred lo devolvió a la realidad. Miró de soslayo al mayordomo y asintió. Lo era.

            —Vamos a ver.

          Se puso por detrás, con cuidado y tal como decía el manual, deslizó su dedo por una ranura muy bien oculta en la baja espalda y levantó el látex de color piel junto con una tapa. Miró el panel de control, no era más que una pantalla para introducir un código de activación y una opción para desactivarlo de la misma manera. Introdujo el número que NAMIDA le había proporcionado y dio un paso atrás cuando la pantalla se puso en verde y sintió al robot moverse como en una sacudida de corriente.

            Los sonidos de engranajes sonaron por un momento y luego, cuando Kal-El movió un brazo, sintió un leve chirrido hasta que tuvo el brazo estirado. Con renovado cuidado bajó la tapa y la máquina dio otra pequeña sacudida.

            Volvió a girar hasta detenerse de nuevo frente a él. Ahora que tenía abierto los ojos su asombro era aún mayor. Eran tan reales, tan azules y tan reales que casi podría jurar que era un humano. El robot imitó su gesto de sombro en perfectos movimientos faciales, luego, como una cosa mágica lo escuchó soltar una carcajada.

       —Soy NAMIDA1416, modelo Kal-El. Es un placer conocerte. Estoy aquí para servirte en todo lo que deseas —Su ojo se cerró en un guiño humano perfecto y su sonrisa no dejó de estar allí asombrando a Bruce —¿Cómo puedo llamarte? Puedes elegir entre varios apodos. Puedo nombrarlos para ti: Cariño, mi vida, hermoso, dulzura, bombón…

      —¡Bruce! —Dijo en una especie de incomodidad, como no queriendo seguir escuchando lo que el otro tenía que decir ni cuán acaramelados podían seguir poniéndose los apodos —Puedes llamarme Bruce.

NAMIDA1416, modelo Kal-ElDonde viven las historias. Descúbrelo ahora