único

64 5 1
                                    

Te empecé a odiar cuándo note que eras diferente a los demás, mis compañeras tenían un cuerpo común, siendo delgadas, bonitas con una piel no tan bronceada cómo la mía, sus mofletes no eran tan prominentes cómo los míos, algunas de ellas eran mayores que yo, me daban consejos de saltarme las comidas, pero mi mamá siempre estaba al pendiente de que yo consumiera lo que ella preparaba con tanto esmero.

Te odié más cuando al empezar a crecer, yo me hacía más gordita y me salían unas pequeñas grietas alrededor de mi estómago, eran horribles, de un color violeta con uno verdoso, eran asquerosas, ardían, dolían hasta el alma ver esas heridas que empezaban a salir de la nada, no sólo salieron en mi estómago, sí no también en mis piernas, brazos y busto, me daba asco, y ¿A quién no le darían asco esas cosas?, Mis inseguridades empezaron a ser más fuertes, sí antes era solamente por unos kilos de más, ahora era por tener marcas asquerosas, marcas que no sabía cómo quitarlas, poco a poco esas marcas se volvieron violetas, luego rosas y después de dejarlas de ver por un gran tiempo, ya eran blancas, grietas blancas que ahora habían dejado marca en una piel qué debía ser cuidada.

Te odió por darme asco, a pesar de que dicen que debo armarme, yo no puedo amar una cosa tan asquerosa cómo lo es mí cuerpo, lo odió por qué luego supe que tenía sobrepeso, por eso salían más grietas, pero era tan maravilloso comer, nadie me decía cuál era mi límite, yo no tenía un límite.

Empezaste a tener más cicatrices, que yo hacía, sin importar ya nada, para mí solo eras un pedazo de carne que no valía la pena, no debías de ser valorada, la sociedad me enseñó que este cuerpo no valía nada, por tener una estructura muy diferente, tan diferente que dolía darme cuenta.

Todos tenían un cuerpo perfecto menos yo.

Ahora entendí que hay cuerpos diferentes, estoy aprendiendo amarme tal y como soy, es difícil, no de la noche a la mañana se aprende amarse uno, todavía me da miedo verme al espejo y ver esa persona que pesaba alrededor de ochenta kilos, sabiendo que ya no es así, pero mi mente es una perra que me juega mal.

El odiarte solamente nos hacía daño a los dos, el odiarte no era la mejor salida, pero si era la más fácil.

Sufrimos, pero ahora te pido perdón, perdón por las veces que te herí, que te humillar enfrente de los demás y te deje humillar, eres mi templo, con el cual viviré hasta el día de mi muerte, que antes pedía que fuera más pronto, quería morirme y algunas opciones fueron tentadoras, pero fui cobarde.

Ya que el valiente lo hace sin pensarlo y yo me lo pensé demasiado, tanto que me arrepentía, perdón por haber Sido una mierda contigo.
Te quiero, no puedo decir que te amo, porque todavía no llego a ese estado mental dónde te acepte totalmente, pero ahora te soporto.

Gracias por tanto.

Está fue mi carta de odió hacia mi cuerpo.

carta de odió hacía mi cuerpo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora