𝒰𝓃𝑜

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Un perro cojo pasaba siempre frente a la parada de autobús.

Sasuke lo seguía con la mirada, parpadeaba a este hecho y volvía su vista al frente.

La mañana de su primer día de clases en la secundaria no podía nominarse anormal y se daba palmadas en la espalda a si mismo por ese triunfo.

Se levantó a las seis y media de la mañana. Tomó su café observando la ventana con vista al jardín y se puso su uniforme azul marino, lavado y planchado exactamente a las seis y cincuenta.

Bajó de las escaleras del santuario y se sentó en la parada esperando el autobús.

Fue cuando vio al perro frente cruzando la otra esquina frente a él.

Ya tenia su rutina.

No miró su reloj de muñeca para saber que el autobús llegaría en dos minutos y medio. La parada se llenó de personas, a su lado una mujer repletas de bolsas. Sentado a su izquierda un chico rubio jugaba con una consola. Gritaba cuando perdía.

El autobús abrió sus puertas. Sasuke contó exactamente 12 personas sentadas en asientos par. Era hora y pico después de todo.

En el vaivén del autobús, repasó su día. Llegaría siete y media, la charla de inauguración seria de otra media hora y exactamente 8:10 estaría sentada en su asiento designado en el lado de la ventana. Primera fila.

Ahora se encontraba con una mano en su barbilla, observando perezoso a sus nuevos compañeros de clases. Esbozó una sonrisa a lo perfecto de sus cálculos.

Eran los mismos que el año pasado, solo con una excepción.

El año pasado los alumnos de primaria se encontraban divididos en dos salones. Sin embargo, a la falta de salones este año, decidieron colocar los cursos en un solo salón.

Deberían haber doce alumnos, ahora había veintitrés.

Sasuke tamborileó sus dedos contra la madera de su cubículo, no pasaba nada, un pequeño cambio. Podía acostumbrarse a ello.

Los alumnos comenzaron a abarrotarse en el salón. El bullicio causó que Sasuke respire hondo.

Cerró los ojos tratando de pensar en otra cosa que no sea los gritos, las risas o la existencia de sus nuevos compañeros.

-Silencio.

Soltó el aire en sus pulmones al oír al profesor ingresar al aula.

Abrió los ojos al no oír sonido alguno.

Frente a él, se encontraba un manto de cabello negro.

Una joven tenía sus hombros caídos como si quisiera volverse pequeña y desaparecer.

Sasuke no quería darle importancia, pero el uniforme arrugado de la joven solo complicaba las cosas.

-Como sabrán. Como todos los años se elegirán dos representantes del aula.

Sasuke mantuvo su vista en el profesor, evitando ver el fajo de hojas de la chica de enfrente.

Desordenados y repletos de arrugas. ¿No se daba cuenta que el profesor podría preguntarle algo? Mirar las puntas de su zapatos no ayudaría en su curricular escolar.

Inspiró hondo.

-Los nominados, como todos lo años, serán Uchiha Sasuke y Shikamaru Nara. Eso es todo.

Comió su almuerzo sentado en la corteza de un árbol. Miró distraído las solapas de los uniformes de los alumnos. Ojeó de reojo el cabello mal acomodado de las mujeres. Hasta los profesores llevaban la camisa fuera de sus pantalones.

Observó todo aquello desde un lugar seguro. Donde nadie lo molestaría por el resto del año.

Leyó sus horarios hasta aprendérselos de memoria. Siguiente hora, literatura.

Cuando se estaba apartando las migajas de su pantalón, oyó un estruendo.

Observó con indiferencia a los jóvenes apiñados alrededor de algo. Enarcó una ceja. La misma joven que se sentó esa mañana frente a él, se levantaba con el rostro sucio y perlado de sudor.

Llevaba un fajo de papeles y lo apretaba contra su pecho.

La joven sonrió a los jóvenes que la observaban preocupados, y con una reverencia mal hecha se fue del lugar.

Llegó a su casa con el atardecer tornado de rojizos y violetas. Vivía en un santuario junto a su hermano y su primo, ambos cuidaban el lugar y lo bendecían cada mañana.

El lugar estaba impregnando de olor a curry.

—Sasuke dijo Itachi en modo de saludo sin darse la vuelta. El pelinegro asintió y se dirigió a las escaleras. ¿No comerás?

—Ducha dijo subiendo los peldaños de las escaleras. Dejó sus cosas acomodadas en su respectivo lugar. Necesitaba quitarse el sudor de ese día y preparar sus tareas para mañana.

Cuando bajó, su hermano colocaba los platos. Sasuke se sentó a la izquierda de su hermano y acomodó su plato a un centímetro de sus palillos.

—¿Cómo te fue en la escuela? preguntó su hermano sirviendo. Sasuke hizo un mohín al ver que primero se servía el arroz.

—Bien.

—¿Conociste nuevas personas?

Sasuke tamborileo los dedos en la mesa recordando a la joven desarreglada frente a él.

—Nadie especial. ¿Dónde esta Shisui? preguntó sirviendo en el orden que se correspondía; arroz, carne y luego el vaso de jugo

—Bendiciendo.

Aquella eran las charlas con su hermano.

Dio las gracias y se dirigió a su habitación.

Se acomodó en su futon con un suspiro. Observó su techo en la oscuridad. Los reflejos de la luna ingresando por la ventana le daba un aire fantasmal a su pequeña habitación.

El día había sido agotador, le hubiese gustado decirle a su hermano, las personas no respetaban el espacio privado en el autobús. Sus nuevos compañeros no entendían el concepto de silencio.

Además, había una chica rara que pareciera que no le interesaba su futuro como estudiante.

Sin embargo, pese a ser agotador. Todo fue completado metódicamente como lo organizó un día antes.

Nada fuera de lugar. Su ropa perfectamente planchada y ordenada dentro de su armario.

Su tarea revisada, los formularios para ingresar a los club elegidos por él.

Todo aquello para mañana.

Se removió bajó sus sabanas.

Si pudiese hacer aquello con las personas, todo sería más fácil.

11 𝓂𝒾𝓃𝓊𝓉𝑜𝓈  [Sasuhina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora