Hacía tiempos que Raúl no salía de su casa a tomar una cerveza, esa noche se armó de valor, tomó su bastón y caminó colina arriba. Sus piernas se sentían como aquel niño que da sus primeros pasos: lentos, suaves y con suma precaución a caerse. Mientras llegaba a la colina vio la sombra de su esposa que le acompañaba y su corazón dio un fuerte soplido de paz. Pidió la cerveza y se sentó en una de las sillas que daban vista a la ciudad. Aquella tan pequeña desde ese punto, tan luminoso y triste a la vez. Cómo pueden ellos vivir sin una María, se preguntó así mismo. Cómo pueden madrugar, vestirse, trabajar sin haberte conocido. Cómo puedo yo haber salido de mi casa para beber esta horrible cerveza sin ti, pero, me siento bien al saber que estás ahora aquí, quizás no para siempre, quizás sea nuestro último adiós pero estás. Raúl sintió un susurro en su cuello que le volvió la piel de gallina y dijo: ¡Ay María, mi María, mi durazno! ve, no temas por mí, siempre quedarás atascada en mi mente y corazón.
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Atascada en mi mente y corazón
RomanceEste es mi primer escrito, es un microrrelato de amor en el que te enseña a decir adiós a aquellos que ya no están.